Esta semana he estado italianeando en Rovereto (una pequeña ciudad del norte) y Roma.
Chapurreando italiano todo el santo día, una lengua que nunca he estudiado pero que la entiendo en un setenta por ciento si sé cuál es el tema y tienen la gentileza de hablar lentamente.
No es la lengua la única cercanía con los italianos. Creo que hay infinidad de detalles. Los más obvios son el aspecto físico, el buen vino, una tópica -pero cierta- tendencia a hablar fuerte y mucho… No son españoles, pero se parecen bastante.
Sin embargo, lo que más me satisface es compartir el sentido del humor, incluso macabro. La comunicación fluye ligera y se intensifica cuando transcurre por los caminos del humor.
Me divierte hablar spagnoliano, o sea, un italiano absurdo y plagado de españoladas, resultado de imitar a los personajes de anuncios de pasta en la televisión.
Una entra a Italia con una sonrisa y sale con doscientas. Quizá por eso encontré este cartelito en la puerta del bar de enfrente de la LUMSA. Pero… ¿por qué en inglés? ¿los turistas sonríen menos?