Preciosa expresión inventada por Andrea, mi amiga colombiana, ayer por la tarde.
Nos encontramos con Anaïs, y se la presenté diciendo es como una sobrina para mí, vaya, quiero decir que no es una sobrina biológica, pero…
¡Es una sobrina de la vida! describió en un segundo Andrea. Exacto, una sobrina de la vida. Me quedé pensando en ello y me dí cuenta que tengo unos cuantos sobrinos de la vida: Anaïs, otra Anaïs, Paz, Mar, Kai…
Los sobrinos de la vida son en realidad hijos de nuestros amigos, pero algo indescifrable los convierte en tan próximos como los sobrinos biológicos.
Nos mueve un impulso maternal de protegerlos, de mirar de vez en cuando si llevan un jersey lo suficiente caliente que les abrigue del viento del norte, como reza la vieja canción de Bob Dylan.
Bien pensado, creo que tenemos también primos de la vida, tíos de la vida e incluso hermanos, madres y abuelas de la vida.
Los lazos biológicos son lo que son y no los escogemos. Están ahí. Pero la familia extendida que vamos tejiendo en la vida forma parte de lo que deseamos ser y hacia donde vamos.
Me gusta ser una tía de la vida. ¡Feliz Navidad!