Nos hemos aficionado tanto al clima benévolo en educación que cualquier atisbo de tempestad nos asusta. Sin embargo, la educación requiere conflicto de vez en cuando, igual que el campo requiere sus dosis de nubarrones y lluvia: ¡un exceso de sol tampoco es bueno!
La verdad es que los padres frecuentemente evitamos el enfrentamiento con nuestros hijos. Uno de los grandes argumentos para ello es el de no perderlos o no romper el diálogo.
Pero una buena bronca puede ser como agua de mayo, incluso una oportunidad para el diálogo y el razonamiento… ¡y no es tan difícil! Vamos a ver un ejemplo:
– Toni, ven un momento, quiero hablar contigo. Estoy muy disgustada. Vengo de la reunión de padres de la escuela y nos acabamos de enterar que en tu clase hay un niño que lo está pasando fatal porque hay un grupito que no para de meterse con él.
– Es el Javi, que es un exagerado y un llorica.
– No me parece exagerado estar deprimido porque nadie quiere jugar contigo en el patio, porque estás gordo y no eres muy ágil, o incluso, porque te insultan y se ríen de ti.
– ¡Eso te lo ha dicho la maestra, Javi es un acusica!
¿Cómo sigue la reprimenda? Por ejemplo, podría acabar como describo en este artículo para Universo UP, la revista digital de Universidad de Padres: ¿Tanto cuesta echar una bronca como Dios manda?