Le debo al profesor Josep Maria Lozano la reflexión sobre la antinomia entre competencia y sensibilidad, así como la foto poética que acompaña este post. Tal vez no somos competentes cantando o tocando ningún instrumento, pero eso no nos impide disfrutar de una melodía…
Diferenciar ambos conceptos me resulta muy útil: ¡cada día compruebo hasta que punto necesitamos entrenarnos en el trabajo en red y en la gestión de la diversidad a todos los niveles!.
En el sector de la educación, por ejemplo, es imprescindible que aquellos que realizan funciones administrativas sean competentes en su tarea, pero deberían ser al mismo tiempo sensibles a la causa educativa, aunque nadie les pueda exigir competencia profesional en ella.
De la misma manera, los educadores, si bien deben ser competentes en lo suyo, que es educar, no deberían ser insensibles a las cuestiones económicas o de gestión que acompañan la educación. Nadie le puede pedir a un profesor de lengua y literatura que sepa contabilidad, pero sí que conozca y comprenda el coste de una actividad educativa y valore el esfuerzo económico para llevarla a cabo.
Sólo si combinamos ambas obligaciones: competencia en lo propio y sensibilidad en lo -relativamente- ajeno, vamos a ser realmente capaces de trabajar en equipo, colaborativamente, en grupos heterogéneos formados por profesionales diferentes donde todos nos necesitamos para avanzar.
En el XII Encuentro de la Red Estatal de Ciudades Educadoras del jueves pasado el alcalde de Rivas Vaciamadrid, refiriéndose al estado de la educación en el municipio, compartía con el público una afirmación similar: lo que a un alcalde no le compete, sí que le incumbe.
En definitiva, un posicionamiento en las antípodas del antipático esto no es mi negociado. La corresponsabilidad no significa la prepotencia de creernos capacitados en todo, sino que, con realismo y modestia, debemos aceptar que, en educación, lo que no nos compete, nos incumbe.
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