¿Qué define una persona emprendedora social? Ésta fue una de las cuestiones abordadas en el último encuentro de los fellows de Ashoka en Madrid la semana pasada.
En mi opinión, la respuesta no es fácil, porque la mayoría de las personas consideradas a día de hoy como emprendedoras sociales no se autodefinen así al empezar a impulsar su proyecto. Si acaso luego descubren el término, normalmente por parte de estudiosos del tema y, si aporta valor a lo que están haciendo, lo aceptan y lo adoptan.
Tal vez en esta prioridad residiría una parte de la definición. Por ejemplo, una cosa que sí tengo clara es que que el emprendedor social, para tirar adelante su iniciativa, impulsa en cada momento la estructura que le parece más conveniente.
A veces puede crear una empresa social, otras veces una fundación, asociación, cooperativa o lo que sea mejor para la causa. El emprendedor social está centrado en que su proyecto resuelva cada vez más y mejor un problema social, y no tanto en que la estructura que ha escogido -inicialmente- para ello (empresa social, fundación, etc.) sea cada vez más visible, más referente o más grande.
Una paradoja interesante respecto a la calidad o el valor de un emprendimiento social concreto es la relativa a la innovación. Puesto que lo que persigue la persona emprenderora social es llevar a escala una solución a un problema, lo que lógicamente desea es alcanzar que su innovación se extienda y normalice. O lo que es lo mismo, dejar de ser innovador.
También en este aspecto, la causa es la prioridad y el motor del emprendimiento y, probablemente, el antídoto al narcisismo. Entre otras cosas, no hay emprendedores sueltos. Si acaso, líderes de equipos y redes de personas comprometidas con la causa por delante.
El de la semana pasada fue un encuentro inspirador, donde pudimos disfrutar de los nuevos compañeros ashokianos, excelentes ejemplos de emprendedores sociales:
Ana Bella Estévez
Jordi Martí
Pilar Mateo
Miguel Comín