¿No es ayudar una palabra paternalista? ¿Deberíamos sustituirla por otra que no expresara tanta asimetría? El sábado pasado, en la estupenda 1a Jornada APS de Valencia, surgió esta buena pregunta.
Entiendo el recelo que puede provocar, porque, efectivamente, ayudar es un término que se puede emplear para todo lo contrario, por ejemplo, para marcar diferencias o rangos, al estilo de Yo tengo la categoría de poder ayudar y tu sólo la de ser ayudado.
Pero, sinceramente, puesto que todo lo bueno se puede pervertir, prefiero mantener y dignificar la palabra ayudar dentro del vocabulario educativo.
Entre otras cosas, porque por algo es de las primeras palabras que aprenden y entienden los niños y niñas desde muy pequeños. Ayudar significa reconocer una situación de debilidad en algún sentido, y una posibilidad de colaborar.
Por eso la necesito. No quiero prescindir de ella en esta sociedad donde el egocentrismo y la soberbia son valores referentes. Y también la necesito porque, para las personas más vulnerables, poder ayudar a otros es un ejercicio de dignidad.
Miremos este sencillo y luminoso ejemplo del Jardín Terapéutico Miquel Martí i Pol y luego preguntémonos quién ayuda a quién.
Creo que para rehabilitar la palabra ayudar hay que asumir su doble dirección: la persona que ayuda de verdad es la que al mismo tiempo reconoce que puede ser ayudada. Reciprocidad es la clave.
Te dejo algunas imágenes de la 1a Jornada APS de Valencia, dónde creo que al final todos tuvimos claro lo mucho que nos ayudó poder participar en ella.