En septiembre de 2015, en la cumbre de las Naciones Unidas, un gran número de Estados firmó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, a fin de afrontar conjuntamente la erradicación de la pobreza y la sostenibilidad del planeta.
Esta agenda constituye un plan de trabajo para los próximos años en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, y también marca un horizonte ético en el que pueden coincidir sociedades, instituciones, gobiernos y sensibilidades diversas.
La Agenda 2030 marca 17 objetivos y 169 metas, que afectan tanto a países desarrollados como en desarrollo y abarcan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la ecológica.
Afirma la AECID que estos objetivos y metas suponen los mayores retos que la humanidad en su conjunto se haya marcado jamás y que tienen un carácter universal de transformación y de inclusión.
Puesto que el aprendizaje-servicio aporta una brújula al talento y nos ayuda a orientar la excelencia y la creatividad hacia la transformación social, deviene una herramienta útil para alinear la educación hacia los ODS y para convertir la sensibilización en compromiso.
En este infograma de la derecha Sergio Ferrandis ha sintetizado cuál es la aportación del aprendizaje-servicio a la consecución de los ODS.
Si nos limitáramos a sensibilizar al alumnado respecto de las injusticias y desigualdades y generáramos en ellos una valoración favorable a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sin duda ya estaríamos haciendo una buena cosa.
Pero poniendo sus conocimientos y habilidades al servicio de los demás, haciéndolo de una manera práctica, ensuciándose las manos, los chicos y chicas contribuyen a mejorar alguna cosa en su entorno, al tiempo que adquieren conocimientos, ejercitan habilidades, fortalecen actitudes y valores.
Crecen en competencia y se convierten en mejores ciudadanos.
Es decir, no sólo se sensibilizan, sino que también se comprometen y se convierten en ciudadanos activos en la consecución de los ODS.