Tal vez la montaña y el aire puro que he tenido el privilegio de disfrutar este agosto me han emborrachado de ingenuidad, me han inundado de espejismos o me han sacado de la realidad, vete tu a saber.
El caso es que no dejo de pensar -sería mejor decir soñar- en una idea que me resulta tan bonita como improbable, sobre todo a las vísperas de un otoño que se acerca políticamente crispado.
Me gustaría que se estrenara un nuevo estilo de tertulias políticas, donde no hubiera espacio para la descalificación, el insulto o el desprecio. Y no hubiera espacio porque se basara en un compromiso firme por parte de los tertulianos.
Un código de conducta pactado previamente, con pocos y claros epígrafes:

  1. Los participantes al llegar se miran a los ojos y se saludan.
  2. Durante el debate, se escuchan atentamente y no se interrumpen ni hacen gestos para descentrar al otro.
  3. Utilizan un tono de voz razonable, sin gritar ni descomponerse. La pasión no es excusa para la agresión.
  4. En ningún caso insultan ni descalifican personalmente al adversario. Diferencian claramente la persona de sus opiniones y creencias.
  5. Al final están obligados a reconocer cuál sería el terreno común en el que podrían coincidir con el adversario.
  6. Y el broche final: deben reconocer algún aspecto positivo en los otros a pesar de las diferencias.

Ya sé que una tertulia respetuosa y amable parecerá cuando menos naïf y poco atractiva, mediáticamente hablando. Eso es porque nos hemos acostumbrado al insulto y la grosería.
El periodista Giles Tremlet decía en una entrevistaMe preocupa el lenguaje. ¿Qué te queda después de llamar a alguien nazi? No puedes ir más allá. Es el último eslabón. Me preocupa que la violencia de las palabras llegue a otra cosa algún día.
Yo también estoy preocupada. Es urgente deshabituarnos a la violencia verbal para poder restaurar la salud mental y la convivencia a todos los niveles, para poder asumir que la democracia implica pluralidad de opciones y opiniones.
Un debate político civilizado es hoy altamente improbable, pero quiero pensar que, por lo menos, no es imposible.

Aprendizaje-Servicio

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