Me parece impresionante. Que 400 educadores se reúnan una tarde fría y lluviosa de un viernes. Que trabajen desde las 4 hasta las 8 y media: talleres, mesa redonda, ponencia, grupos de experiencias… sin apenas parar un segundo.
Que previamente se reciban 60 pósters maravillosos, pulcramente editados, relatando prácticas de aprendizaje-servicio exitosas. Que todo el mundo tenga ganas de compartir, de intercambiar, de copiar lo que funciona. Una jornada para coger fuerza, ideas y seguir educando, comentaba Xevi Ordóñez.
Que todos salgamos con una sonrisa en los labios, con una mirada confiada. ¿No es mágico? Y, sin embargo, no hay truco de magia: confianza en las personas, cero copyright del concepto, y mucha, mucha perseverancia y lluvia fina… ¡lloviendo de abajo a arriba y no al revés!.
El viernes pasado, la 6a Jornada de Intercambio de Experiencias de Aprendizaje-Servicio marcó historia en Cataluña. Una historia que tejemos entre todos, veteranos y recién llegados; profes y educadores de las entidades sociales; responsables de los ayuntamientos y de las organizaciones… Como decía Marta Ballvé, detrás de los proyectos siempre hay personas que los hacen crecer y los acompañan.
Y delante de los proyectos también, añado yo: los niños, niñas y jóvenes también hacen crecer los proyectos, los tunean, los personalizan, les cambian las reglas del juego, se apropian, los ponen patas arriba, y nos dejan con la boca abierta.
Afirmaba el ponente, Josep Maria Esquirol, que el fin máximo de la educación estriba en que las personas no se odien veladamente, para poder ser generosas con las otras. La jornada del viernes fue la fiesta de la generosidad y del optimismo por parte de todos. ¡En ella sólo los escépticos viscerales podían sentirse descolocados!
Las ilustraciones de este post son de Marta Ballvé y Xevi Ordóñez.